Cerca de 300 nuevas abogadas y abogados han formalizado hoy su ingreso en la profesión durante la ceremonia de jura celebrada por el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) en el Palacio de Cibeles. El acto, que ha reunido a casi mil personas en la sede municipal, ha tenido un fuerte componente intergeneracional con el reconocimiento como Colegiado de Honor del ICAM al jurista Antonio Garrigues Walker, en homenaje a su vasta trayectoria profesional al servicio del Derecho.

La vicedecana del ICAM, Isabel Winkels, fue la encargada de abrir la ceremonia con un discurso dirigido a quienes se incorporan formalmente a la abogacía. “Este acto marca un antes y un después. Desde hoy, cada palabra, cada firma y cada silencio tendrá consecuencias reales en la vida de las personas a las que representéis”, afirmó. En su discurso inaugural, Winkels animó a los flamantes colegiados y colegiadas a asumir la responsabilidad de su nuevo rol con honestidad, compromiso y vocación de servicio: “No sois impostores… Nadie os pide infalibilidad; os pedimos profesionalidad”, añadió.
Durante su intervención, articulada en torno a tres ejes —ética, servicio y aprendizaje—, Winkels defendió una concepción de la abogacía centrada en la persona y comprometida con la protección de los derechos fundamentales. “La excelencia es una costumbre, no un momento. Se construye cada día con esfuerzo, curiosidad y honestidad”, señaló. Reivindicó también la curiosidad intelectual como valor profesional, alertando contra los riesgos de la complacencia: “La curiosidad no es un adorno: es una brújula. Es la que os permitirá entender mejor a quien tenéis delante, interpretar con mayor precisión una norma, encontrar la solución que nadie ve”.




Para concluir, la vicedecana mencionó los tres compromisos que “dan sentido a este oficio”: el compromiso con la ética —“El Código Deontológico no es un manual de sanciones: es el mapa que protege vuestra independencia, vuestra libertad de criterio y la confianza de la ciudadanía”—; el compromiso con el servicio —“Detrás de cada expediente hay una persona. Nuestro trabajo no es ganar a toda costa; es hacer justicia defendiendo con lealtad, rigor técnico y humanidad”—; y el compromiso con el aprendizaje —“La ley cambia, la tecnología cambia, la sociedad cambia. Que nunca os pille la soberbia de creer que ya sabéis suficiente. Que os acompañe siempre la disciplina de querer saber un poco más que ayer”.
Una vez formalizada la incorporación de los nuevos letrados, la abogacía madrileña ha rendido homenaje a una de las figuras más destacadas de la profesión legal.
Antonio Garrigues, referente de integridad jurídica e impulso modernizador
En el mismo acto, el ICAM hizo entrega de la distinción de Colegiado de Honor a Antonio Garrigues Walker, en reconocimiento a su contribución al fortalecimiento del Estado de derecho, la modernización de la abogacía y la proyección internacional de la profesión jurídica española. Se trata de la máxima distinción honorífica que concede el Colegio, reservada a personas cuya trayectoria constituye un referente profesional, ético y social para el conjunto de la abogacía madrileña.

La laudatio corrió a cargo del diputado de la Junta de Gobierno del ICAM José Ramón Couso, quien trazó un perfil profesional y humano de Antonio Garrigues que conectó con las nuevas generaciones presentes en la sala. “Hay trayectorias que no solo honran a una persona, sino que ennoblecen a toda una profesión. Son vidas que, al ser contempladas, nos recuerdan que el Derecho no es únicamente una técnica, sino una forma de inteligencia moral”, afirmó, reivindicando su figura como un referente de integridad jurídica e impulso modernizador y definiendo al homenajeado ante todo como “un hombre del Renacimiento”.
A lo largo de su intervención, Couso subrayó la capacidad de Garrigues para incorporar valores humanistas al ejercicio del Derecho y para dotar de dimensión pública a la práctica profesional: “Estamos ante un hombre integral, señero en abanderar la concordia, la libertad y la justicia allí por donde los vectores de la vida le han ido llevando”.
El diputado destacó también el papel de Garrigues en la transformación de los modelos de despacho en España inspirado en el ámbito anglosajón. Pero más allá de su legado institucional, quiso subrayar su visión del Derecho como instrumento de protección social: “La abogacía tiene una responsabilidad especial de salvaguarda de la sociedad… El Derecho debe ser ante todo un instrumento de defensa de quienes son más vulnerables”. En ese sentido, Couso concluyó reivindicando a Garrigues como símbolo de una abogacía que, sin renunciar a la excelencia técnica, mantiene como horizonte la dignidad y los derechos de las personas.

Figura clave en la consolidación del sistema democrático español, Antonio Garrigues ha contribuido de forma decisiva a la apertura internacional del Derecho en nuestro país y a la modernización del ejercicio profesional. Bajo su liderazgo, el despacho Garrigues se transformó en una de las firmas jurídicas más influyentes de Europa, impulsando el arbitraje, el asesoramiento transnacional y la formación de nuevas generaciones de abogados. Más allá del ámbito estrictamente profesional, ha presidido organizaciones como la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), la Fundación Garrigues o el Capítulo Español del Club de Roma, y ha defendido activamente los derechos humanos, la ética en el desarrollo tecnológico y el acceso a la justicia en contextos de vulnerabilidad.
A lo largo de más de medio siglo de trayectoria, ha hecho del Derecho una herramienta de diálogo, entendimiento y progreso social. “Su nombre ha estado unido a las grandes transformaciones del Derecho contemporáneo… y, sobre todo, al Derecho entendido como lenguaje de concordia”, concluyó Couso. Una forma de ejercer que vincula técnica y compromiso, razón y sensibilidad, y que ha convertido a Antonio Garrigues en un referente para generaciones enteras de profesionales del Derecho.